El Cielo Está Hecho un Infierno. Comedia en dos Actos

Personajes:
- El Narrador
- Ayudante
- San Pedro
- Los amantes: Felicia y Florentino.
- Los soldados: Machuca, Domínguez, Pereda, Matus y Soldado.
- Los asaltantes: Kimberly Biatriz, John y Jonathan.
- Las Angeles.
- El "Cola de Flecha".
- Los Demoncitos
Primer Acto
La escena se presenta en el Cielo con nubes simuladas y gran cantidad de almohadas en un rincón. Al otro lado una mesa con un gran libro que descolgará extensos papiros, un gran teléfono antiguo de disco y dos sillas añosas, pero "angelicales". (Música suave como de sala de espera).
Entra El Narrador con su séquito de ángeles, quienes toman una silla y la ubican en el centro del escenario (música se acelera). Él se sienta. Es arreglado y maquillado por las ángeles. Le pasan una tremenda peineta y le hacen una partidura al medio, hasta que él mismo las aleja y se queda solo. (Baja la música).
El Narrador: (Dirigiéndose al público) Bienvenidos, simples mortales, a presenciar esta fábula... esta encrucijada entre la vida y la muerte, donde todos nosotros alguna vez seremos llamados, llamada: La Muerte. Siempre nos hemos preguntado: ¿qué sucederá una vez que nuestro paso por esta vida haya concluido? Pues bien. Poned atención, que aquí quizás hallareis la respuesta. (Se para y hace el gesto de silencio) ¡Chis!. Silencio. Parece que alguien se acerca.
Aparecen en escena San Pedro y su ayudante. Vienen cansados, recién despertándose. Se ubican en la mesa y la silla. Ante la falta de la otra silla, el ayudante va a buscar la que ocupa el Narrador y la saca con violencia. El narrador sale de escena. Se escucha una fuerte frenada de auto y un choque.
San Pedro: ¡Uf!, parece que empezamos temprano. (Hablando con mucho entusiasmo, pero dificultado por sus numerosos años.)
Ayudante: Necesito vacaciones. Oiga San Pedro, ¿cuándo me va a dar los trescientos cincuenta y cinco mil cuatrocientos treinta y seis días con tres horas, cinco minutos y tres segundos de vacaciones que me debe?
San Pedro: Pronto hijo, ten paciencia.
Ayudante: Paciencia, paciencia, con esta pega no hay quien aguante, no hay descanso. Todos los días se muere alguien. (Exaltándose se pone de pie) Y yo he trabajado siempre con prestancia. Trato bien a los que llegan, les indico su nube, los ubico entre los arcoíris para que se queden en la eternidad... ellos felices, ¿y yo? ¿Y yo? Me pregunto. ¿Cuándo tendré mi nube? ¿Cuándo tendré mi ángel?
San Pedro: Pronto hijo, ten paciencia. Y ahora callado que parece que vienen nuevos huéspedes permanentes.
(Aparecen corriendo Felicia y Florentino. Visten trajes formales como si estuvieran entrando o saliendo de la oficina. Música acalorada. Se ubican en el centro del escenario. Da la impresión de que están buscando algo.)
Felicia: Parece que nos equivocamos de edificio. (Observando alrededor)
Florentino: (Mira su reloj) Con tanta congestión, yo sabía que llegaríamos atrasados. Hace un rato ya veníamos tarde. (Sigue mirando el reloj extrañado).
Felicia: ¿Qué pasa Florentino?
Florentino: El reloj.
Felicia: ¿Cuál es el problema?
Florentino: Hace como una hora, eran las 3:15.
Felicia: Claro, íbamos tarde a nuestros trabajos, aceleraste a fondo el Mercedes, pasaste el semáforo en rojo, ¿cuál es el problema?
Florentino: Es que el reloj sigue marcando las 3:15.
Felicia: Estará fallando la pila. Ya, apúrate, que debemos volver al trabajo
Florentino: No, la pila anda perfecta. ¡Mira las nubes! (Lo dice con asombro) (Música celestial)
Ayudante: ¡Bienvenidos! Los estábamos esperando. Pasen por acá por favor (Les indica a San Pedro. Ambos estupefactos se acercan a la mesa. Se toman de la mano.)
San Pedro: (Muy ceremoniosamente) Sean ustedes bienvenidos al Cielo. Pero Ayudante ¡Ayudante! Ofrézcales un asientito a los huéspedes. (El Ayudante toma dos cojines y se los pasa a cada uno, solo lo toman no se sientan)
Felicia: ¿Quién es usted?
San Pedro: Esa es la pregunta que debo hacerle yo a usted. ¿Cuál es su nombre?
Felicia: Felicia Matamala.
San Pedro: (buscando en su listado) A ver veamos: Felicia, Falacia, Felicidad, Felipe, Fantasma. No está ¿y el suyo? (dirigiéndose a Florentino)
Florentino: Florentino Flores.
San Pedro: (nuevamente busca) Florentino, Florero, Flandes, Filántropo, Filipo. No, tampoco está en la lista. Debe haber un error. Esto es muy raro.
Florentino: La verdad es que yo no he hecho ninguna reservación. Menos en este motel, ¿cómo se llama? ¿El "Cielo"?
San Pedro: (se levanta exaltado) ¡¿Cómo que Motel!? Éste no es ningún motel. Éste es el Cielo. ¡Ayudante! ¡Ayudante! Explíqueles a los señores que este es un lugar santo donde esas sandeces no se pueden decir. (Se deja caer sobre su asiento indignado).
Ayudante: (Se ubica entre ambos y aparte los lleva al centro del escenario, explicándoles con paciencia). A ver, a ver mis amigos, lo que pasa es que parece que hoy San Pedro se levantó con el pie izquierdo. Tal parece que hay un error, dado que no aparecen en la lista de... (Hace el gesto de muertos en su cuello) hoy. Ustedes están muertos. De alguna manera hoy murieron y vinieron a parar al Cielo. Parece que fue un accidente automovilístico. Si hasta acá se sintió la chantada.
Felicia: Está un poco estresado este caballero de la barba.
Ayudante: Sí, Ni se imagina. Lo que pasa es que San Pedro ha estado desde siempre, me entiende: "desde siempre" en ese puesto y como todo trabajador pensaba que iba a jubilarse a los 1000, , pero no pasó nada. Mucha gente murió y aumentó la pega. Luego a los 2000, él creía que esta vez sí que sí, pero otra vez no. Colapso informático, extraterrestres, megaterremotos, cualquier excusa era válida para mantenerlo en su puesto. Y ahora anda furiosísimo (hablando con susurros pero igualmente alto)... porque parece que lo acaban de confirmar hasta el 3000. ¿Se imagina?
Florentino: ¿Cómo me dijo que se llamaba este motel? (Con una sonrisa incrédula) ¿"El Cielo"? Buen decorado. Mira las nubes. ¿Cómo hacen ese efecto? Qué bueno, pero yo no recuerdo haber hecho reservaciones. ¡Ah! (dirigiéndose a Felicia) Fuiste tú, picarona, querías darme una sorpresa. Y por eso me dijiste que me apurara y pasara la luz roja. ¡Es que no podías esperar!
Ayudante: Parece que ustedes no entienden el lugar dónde se encuentran.
Felicia: Sí, es un lugar donde no se pueden decir malas palabras o palabras subidas de tono. Dijimos "motel" y el caballero se enojó.
Florentino: O sea, no se puede decir por ejemplo: "Poto". (Se ríe burlonamente)
Felicia: O "Caca".
Florentino: O mejor ni siquiera digo Con...(el ayudante le tapa la boca).
Ayudante: No, no es eso. Ustedes están muertos. Parece que todavía no se dan cuenta.
Florentino: Yo ¿muerto? Está loco. Estoy más vivo que nunca. Siento el aire en mis narices, (se pasea) hoy me siento muy bien.
Ayudante: Es porque está muerto, y está en el Cielo.
San Pedro: ¡Ayudante! ¡Ayudante! ¡Ayudante! (lo llama insistentemente)
Ayudante: Ya voy, ya voy, ¡ya voy!
San Pedro: Debe haber un error, ninguno de los dos aparece en la lista de hoy. Esto es extrañísimo.
Ayudante: Y parece que ellos todavía no se dan cuenta de que han muerto. ¿No será un error?
San Pedro: ¿Error? Mmm, no lo creo. Sin embargo, desde los años 80 que vengo diciendo que nos cambien este sistema de papiros a uno computarizado. En la Edad Media pedí que utilizaran la famosa imprenta que había descubierto ese tal.
Ayudante: Gutemberg.
San Pedro: Sí, el alemán ese. Luego, pedimos radio, televisor, y nada siquiera un mísero walkie talkie...
Ayudante: ¿Un qué?
San Pedro: Estas radios... ya, ya no importa. Y cuando inventaron esos aparatitos con ventanas.
Ayudante: Los computadores.
San Pedro: Si, esas pantallitas con colores que tenían un ratón.
Ayudante: El "mouse".
San Pedro: Sí, sí, sí. Le dije a este caballero (mira hacia arriba) que nos implantara un sistema computacional, pero no, no, dale con los papiros.
Ayudante: Puede ser un error. Los pasaré a una nube provisoria.
San Pedro: Aquí no hay errores. Recuerda que errar es humano y aquí estamos en...
Ayudante: El Cielo, lo sé. Lo recuerdo cada día cuando miro para arriba y no hay arriba.
San Pedro: El lugar donde todos quieren ir, claro está. Sí, llévalos a una nube provisoria y trata de convencerlos que este no es un...
Ayudante: Motel.
San Pedro: Sí, eso. Y diles que no pueden, no pueden, tú sabes...
Ayudante: Conversar.
San Pedro: No, no, eso.
Ayudante: ¿Esperar?
San Pedro: Ellos creen que es un motel, ¿qué crees que hacen en un motel?
Ayudante: Ah, eso. Se los diré. (Se dirige a ellos). Queridos amigos tengo que pedirles que se dirijan a una nube provisoria.
Felicia: ¿Sabe qué? Estábamos mirando desde aquí y tienen una vista espectacular. ¿Tendrán camas de agua también?
Ayudante: Parece que todavía no entienden. ¡Ustedes están muertos! Los llevaré a su nube.(Dice decididamente pero no le hacen caso).
Florentino: Ah, es un motel temático. ¡Qué original!
Felicia: Y usted es un muy buen actor. Deben pagarle muy bien.
Ayudante: Sí, si, acompáñenme. (Los lleva tras el escenario, se queda fuera de escena un momento. Música celestial)
San Pedro: Ayayayay, (suspira) estos mortales (dirigiéndose al público) Siempre pensando terrenalmente. No saben que a los elegidos aquí el Cielo los aguarda para ¡Toda! La eternidad. O sea, para siempre. Forever. Per secula seculorum... (Se escucha una balacera muy estruendosa. Desde distintos lugares del teatro aparecen cinco soldados en posición de ataque, intimidan al público y llegan al escenario. Una vez allí siguen en su actitud intimidatoria. San Pedro que estaba escondido tras su escritorio se levanta indignado.)
Machuca: Parece que el enemigo se ha replegado. Confirme Domínguez.
Domínguez: Sí. Los matamos a todos. Confirme Pereda.
Pereda: Sí, fueron efectivas las granadas a las mil doscientas. Confirme Cabo Matus.
Matus: Sí, pero el terreno se ha vuelto hostil, al parecer hay mucho humo blanco, ¿dónde estamos? Explore soldado.
Soldado: (Hace una inspección por todos los rincones del escenario, maniobrando como comando. Tropieza en varias oportunidades y no se percata de la presencia de Ayudante ni de San Pedro). No hay enemigos a la vista.
San Pedro: ¡Bienvenidos! (Todos gritan y comienzan a disparar a San Pedro, quien se protege tras su escritorio. Luego de un rato se levanta y grita) ¡Basta! (Se quedan estáticos, las armas no funcionan) ¡¿Qué significa esto?! ¿Cómo es posible que lleguen disparando hasta el Cielo? (Indignado va hacia el centro del escenario) No hay siquiera un poquito de respeto por la eternidad. Nunca había sucedido algo así. ¡Ayudante! ¡Ayudante! (Aparece el ayudante corriendo rápida y temerosamente).
Ayudante: ¡Mande, mande San Pedro!
San Pedro: ¡Quíteles las armas! Y explíqueles dónde están para que se dejen de ser tan violentos.
Ayudante: Enseguida San Pedro. (Les quita las armas y los ubica al centro del escenario a todos bien juntos)
San Pedro: Y bien, díganme sus nombres.
(Los dicen marcialmente con un grito)
Machuca: ¡Machuca!
Domínguez: ¡Domínguez!
Pereda: ¡Pereda!
Matus: ¡Matus!
Soldado: ¡No me acuerdo!
San Pedro: Les pedí sus nombres, no solo su apellido. Aquí no estamos en el ejército. (Aparte) ¡Dios mío estamos en el Cielo! Díganme sus nombres completos.
Machuca: Juan Rubicundo ¡Machuca Machuca!
Domínguez: Ernestino Torcuato ¡Domínguez! Alvarado.
Pereda: Manuela Manola ¡Pereda! Pérez.
Matus: Matusalen Matico ¡Matus Matus!
Soldado: ¡No me acuerdo!
San Pedro: A ver a ver, revisemos la lista (en tono nervioso, casi gritando, revisa la lista) Soldados violentos que gritan, mmm, mmm, bla bla bla. No están.
Ayudante: (Hacia los soldados) Bienvenidos al Cielo. Les explico: ustedes acaban de llegar al lugar donde todos quieren llegar, pero no donde todos llegan. Hay que ser buenos. Este es el paraíso, porque aquí encontrarán todo lo que en la vida terrenal no pudieron conseguir. Se lo han ganado (dirigiéndose a San Pedro) ¿No habrá un error? Porque la mayoría de los soldados se va "donde usted sabe". Y estos se ven tan violentos y poco arrepentidos como la mayoría.
San Pedro: Diles que se murieron y que están en el Cielo.
Ayudante: Bueno, señores miembros del ejército y las fuerzas armadas: ustedes están muertos. Sí, muertos, fenecidos, mors, zánatos, se finite, "mortus", finados, fiambres. Y ahora han llegado al Cielo. No sé por qué, pero están en el cielo, así que se van a tener que ir calmando, porque aquí están prohibidas las balas, las malas palabras y, en general, la mala onda, que parece que ustedes traen de sobra.
Soldado: Mi Teniente. Pido permiso para eliminar al bocón.
Machuca: No todavía, pidamos explicación primero.
Domínguez: Parece que nos ha capturado el enemigo y no alcanzamos a matarlos a todos. Parece que no fueron suficientes las balas.
San Pedro: (con autoridad y muy enojado) Creo que todavía no entienden. Están muertos y han llegado al cielo. Ayudante, llévelos a alguna nube porque parece que vienen nuevos huéspedes. (Música, se escuchan sirenas. El ayudante se lleva a los soldados fuera de escena, simulando que los ha capturado en hilera y ellos en posición sumisa. Desde el público se levanta un grupo de delincuentes armados. Se abren paso entre la multitud y llegan al escenario.)
Kimberly Biatriz: (hablando con mucha autoridad, pero deficientemente) Esto es un asalto. Para que nadien salga lastimado, les vamos a pedirles coopereichon. Ya John agárrate al viejito de la barba larga que debe tener moneas.
John: No pos Kimberly, no vis que estoy cuiando a estos giles (apunta al público).
Kimberly Biatriz: Ya Jonathan vo cuidai al viejo.
Jonathan: No vacilis po Kimberly no cachai que estoy contemplando el paisaje.
Kimberly Biatriz: Pucha los giles pesaos. Ya viejito, suelta todo lo que tengai. (San Pedro sale tras el escritorio asustado.)
San Pedro: ¡Ayudante! ¡Ayudante! (grita desesperado)
Kimberly Biatriz: Y a este, ¿qué le pasa? Ya pasa pa ca con todo que que tengai: moneas, celulares, relojes, iphones, tablets y toa la custion.
San Pedro: Señorita (calmándose) parece que usted no entiende dónde se encuentra (aparte) ¡Ayudante!
Kimberly Biatriz: Chi, parece que vo no cachai quién soy yo (dirigiéndose a John). Oye John, ¿quién soy yo?
John: La Kimberly.
Kimberly Biatriz: No po amermelao. ¿Cómo me dicen?
John: La mujer metralleta o la Bia-Triz.
Kimberly Biatriz: (dirigiéndose a Jonathan, camina alrededor de San Pedro) Oye Jonathan y ¿por qué me dicen así?
Jonathan: Porque soy terrible mala.
Kimberly Biatriz: No po amermelao.
Jonathan: Ah, porque siempre andai cargá de fierros.
Kimberly Biatriz: Así que me vai a entregar todo o te voy a hacer unos cuantos hoyos en la guata, ¿Te quedó claro? (Aparece el ayudante corriendo. Observa impávido la escena. Se queda pegado mirando a Kimberly Biatriz). Oye, par de giles, agárrense a este otro y lo amarran. (John y Jonathan toman a San Pedro y al Ayudante y los amarran a las sillas. Una vez amarrados entra a escena el Narrador seguido por un séquito de ángeles. Todos se quedan estáticos)
Narrador: (se pasea por el escenario mirando con curiosidad. Se dirige al público) Parece que algo no anda bien en el Cielo. Ustedes han visto cómo han venido llegando algunos personajes que no encajan en este lugar tan celestial. Tal parece que hay alguien que está haciendo algunas jugadas para que todo se revolucione aquí arriba. Tal como están las cosas: el cielo está hecho un infierno. Bien, veremos cómo se soluciona. (Toman asiento entre el público. Música. Vuelve la escena, pero solo San Pedro y el Ayudante se mueven)
San Pedro: ¡Ya basta! (indignado, se libra fácilmente de las amarras) esto es demasiado, algo anda mal, voy a llamar al jefe. (Se dirige al teléfono, pero observa al Ayudante que está estático observando a Kimberly) ¿Y a ti qué te pasa? Parece que hubieras visto un...
Ayudante: Un ángel.
San Pedro: Sí, no ¿qué?
Ayudante: La mujer más hermosa de todo el universo.
San Pedro: No puede ser, ahora este se nos enamoró. (Toma el teléfono y marca muy exaltado) 333333333. ¿Aló?, Sí con el jefe por favor. No, no puedo esperar, tengo un problema muy grave aquí en la entrada. Sí, en la puerta del cielo. Está bien, espero. (Música en espera. Luego de unos instantes le contestan, cambia el tono) Alo, sí, jefe, (cuelga el teléfono y se escucha una voz en off)
Voz: ¿Qué sucede Pedro? (Una voz estereofónica que inunda toda la escena)
San Pedro: Hola Jefecito, disculpe que lo llame e interrumpa. De seguro está planificando algo importante, pero sucede que tenemos un pequeño problema de nombres acá. Tal parece que la lista que usted nos dio está equivocada.
Voz: Mira Pedro, estoy muy ocupado en estos momentos solucionando los problemas de medio oriente, las guerras civiles de África, las disputas de los coreanos, (aquí se incluyen problemas contextuales del lugar donde se esté presentando la obra) ¿Te parecen pocos mis problemas? ¿Y tú me traes otro más?
San Pedro: Disculpe, lo que pasa es que han llegado algunas personas que no estaban en la lista.
Voz: La lista no se equivoca.
San Pedro: Lo sé, por eso creo que tal vez, quizás, puede ser que alguien esté metiendo mano en esto.
Voz: ¿Quién?
San Pedro: Bueno usted sabe quien. Ese mismo, ése, el de los cachos, de la cola en flecha, el pata de vaca el cachúo, mandinga, lucifer, Satanás, malo, negro, cuco, Satán. (Se escucha música relacionada con el demonio) (Luces fuera)
Telón
Segundo Acto
Luces apagadas. Se escucha en el escenario un desorden, la mesa, las sillas y los cojines han sido desordenados por el tumulto. El narrador intenta pasar por el escenario, pero cae y termina yéndose tras el escenario. Al encenderse las luces puede verse el descalabro. Aparece el ayudante.
Ayudante: (también muy desordenado) Uff, parece que quedó la grande. Y el olor a azufre es casi insoportable. (Entra el Cola de Flecha. Se pasea por todo el escenario al ritmo de la música demonizada. Los siguen los Demoncitos. Luego de un rato de alboroto se dirige a Ayudante.)
Cola de Flecha: Quiero hablar con su jefe (dice con voz profunda y sarcástica).
Ayudante: No está. (Asustado).
Cola de Flecha: ¿Y su otro jefe?
Ayudante: (apunta hacia arriba y hace una seña negativa).
Cola de Flecha: Quizás tú me puedas ayudar. Mira... ¿cuál es tu nombre?
Ayudante: Ayudante.
Cola de Flecha: Extraño nombre, aunque me suena conocido. Mira Ayudante, lo que pasa es que allá abajo está pasando algo bastante raro. Te cuento: Desde que tuvimos esa pelea tan grande con tu jefe (apunta hacia arriba) hace siglos atrás llegamos a un acuerdo. Yo influiría sobre los hombres y mujeres de la tierra de manera negativa para que hicieran atrocidades y les fuera más sencillo irse derechito para el infierno sin que tuviesen que pasar ni por el purgatorio, ni menos que vinieran a este lugar. He tenido grandes aliados: Atila, Nerón, Napoleón, Hitler, Idi Amín, Osama. Ellos me han proveído de muchos esclavos en mi reino. Pero, últimamente todo se ha vuelto tan aburrido. Tan, pero ¡Tan aburrido!
Ayudante: Sí, muy aburrido (irónico)
Cola de Flecha: No te burles, pues no sabes lo que es estar condenado a la eternidad. Y por eso, -prosigo-, es que se me ha ocurrido una genial idea.
Ayudante. ¿Otra más?
Cola de Flecha: Sí, (grandilocuente) educar a una mujer para que se transforme en mi mujer. Imagínate: Una mujer Cola de Flecha. Ella debe haber llegado aquí hace un rato. Ve a buscarla.
Ayudante: ¿Quién? ¿Yo?
Cola de Flecha: Por supuesto, ve a buscarla.
Ayudante: Es que no puedo dejar solo aquí. Puede llegar alguien.
Cola de Flecha: (indignado) ¡No me lo hagas repetir un vez más!
Ayudante: Está bien (sumiso) Iré. (Sale de escena, aparece San Pedro)
San Pedro: Parece que tenemos visitas.
Cola de Flecha: Ah Pedro.
San Pedro: Señor Cola de Flecha, hace cuánto que no lo veíamos por acá, ¿tres siglos?
Cola de Flecha: No tanto, desde el 11 de septiembre nomás. (o una fecha contextual)
San Pedro: Tremenda embarrada que dejó esa vez, Y ¿qué trama ahora?
Cola de Flecha: Vengo a buscar a mi mujer. Lo que pasa es que he estado un poco aburrido últimamente y necesito compañía. Ya me está hartando esto de tener que provocar tanta miseria, hambre y destrucción. Allá abajo todo es siempre lo mismo. (Aparece el Ayudante con Felicia de la mano corriendo, San Pedro comienza a ordenar el descalabro)
Ayudante: Muy bien señor Cola de Flecha, ¡aquí está su mujer! Ella llegó de las primeras.
Cola de Flecha: (Se escucha música romántica) Mi amada, perdón ¿cómo te llamas?
Felicia: Felicia.
Cola de Flecha: Felicia, que nombre tan satánico, ¿quieres tú, Felicia, convertirte en la señora Cola de Flecha?
Felicia: (gritando) ¡Florentino! ¡Florentino! (aparece Florentino)
Florentino: ¿Qué pasa, mi amor, encontraste la habitación que nos corresponde?
Felicia: No, Floren, lo que pasa es que este fresco se me está tirando al dulce. Y es tan feo que llega a espantar. Y esos cachos dan la impresión de que es un toro o una vaca.
Florentino: (Se acerca a él en una actitud paternalista y lo sientan) Señor, quizás yo pueda ayudarlo a superar su fealdad. Soy un "coach" de grandes empresarios que han amasado su fortuna a costa de los crédulos trabajadores.
Cola de Fecha: No se preocupe, eso es parte de mi encanto. No necesito cambiar. Siempre he sido feo. Mi papá era feo, y el papá de mi papá, más feo aún.
Florentino: Lo importante es lo de adentro.
Felicia: Sí, lo que está en nuestro interior.
Cola de Flecha: (Poniéndose de pie intempestivamente) ¡Me cansaron! No me has contestado Felicia. Has venido aquí por un motivo, porque en tu trabajo de secretaria que oculta los descuentos de impuestos de tu empresa, no era al Cielo donde debías llegar luego de tu accidente. ¿Acaso es verdad que estamos...?
Florentino: Señor, necesito que me explique qué es eso del accidente, qué es eso de que usted está pretendiendo a Felicia.
Cola de Flecha: Ah, un contrincante. Me cansé. Aquí mismo despedazo a este mortal (levanta las manos como que va a lanzar un rayo) (En ese momento se escucha un ruido muy fuerte, todos quedan impávidos.)
Voz: ¡No! En el cielo no se permite ese tipo de actitudes. (Los demoncitos huyen despavoridos.)
Cola de Flecha: Perdón jefe. No era mi intención molestarlo (mirando hacia arriba) Lo que pasa es que ha habido una equivocación.
Voz: Sí, seguro otra de tus triquiñuelas bribón.
Cola de Flecha: Se supone que debería encontrarme aquí con mi mujer. Y eso he venido a buscar.
Voz: ¿Tu mujer? ¿Quién dijo que tú tendrías una mujer?
Cola de Flecha: Yo me dije a mí mismo. Estoy harto de estar solo. Necesito una mala mujer que me haga sufrir. Y ya la he escogido entre todos los mortales. No puedes quitármela.
Voz: Si es una mala mujer, está bien, llévatela, tal vez luego de un tiempo aprendas que hay cosas más importantes que la guerra, la maldad y el hambre en el mundo. Tal vez conozcas el...
Cola de Flecha: ¿Amor? Eso no existe. Eso lo inventaste tú para que los hombres no se matasen los unos a los otros.
Voz: Te equivocas. El amor es lo único que yo no he inventado. Todo lo demás sí. El amor es un invento de los hombres.
Cola de Flecha: Yo jamás me enamoraría, solo la quiero para, usted sabe, no estar tan solo.
Voz: Si quieres llevártela, deberás disputarla con Florentino.
Cola de Flecha: ¿Cómo?
Voz: En un duelo.
Cola de Flecha: Genial, bien tú, ayudante tráenos pistolas.
San Pedro: No, nada de violencia aquí. Si el jefe quiere que se disputen por la dama, deberá hacerse sin violencia.
Cola de Flecha: ¿Y cómo? Yo no conozco otra forma. Solo violencia, sangre, destrucción, muerte...
Ayudante: Cachipún.
Cola de Flecha: Pero qué estupidez, cachipún.
San Pedro: Excelente, se hará por cachipún. Tomen sus posiciones. ¡Hagan sus apuestas!
Ayudante: Oiga San Pedro, aquí no se puede apostar.
San Pedro: Perdón, lo olvidé. ¡Que comience el duelo!
(Toman posiciones el Cola de Flecha y Florentino y comienza la brega. Todos vitorean a Florentino, quien impávido se somete al juego)
Cola de Flecha: (asumido) Está bien, pero necesito barra (alienta al público a que diga su nombre. Comienza al mejor de tres hasta que pierde el Cola de Flecha. Felicia corre feliz a los brazos de su amado, se van) Maldita sea, Yo, o sea, diablos, demonios, rayos y centellas.
San Pedro: Así es la vida: a veces se gana, otras veces se pierde.
Cola de Flecha: Pero la mía es muy injusta, llevo milenios encerrado en las profundidades. Muerto de calor, con todo hediondo a azufre y castigando a los que en vida se portaron mal. Ya me sé de memoria los pecados de cada uno de los condenados en el infierno. ¡Quiero algo nuevo! ¡Una compañía! Y ella se veía tan linda con la pistola en las manos.
Ayudante: ¿Pistola?
Cola de Flecha: Sí, cuando le disparaba a sus enemigos, me imagino. Es tan bellaca.
Ayudante: Parece que nos equivocamos, San Pedro. Debe estar hablando de la soldado.
San Pedro: Tú te equivocaste. Eso te pasa por ser tan despistado. ¡Anda a buscar a esa mujer de la pistola!
Cola de Flecha: ¿Cuál soldado? Me engañaron, aún tengo una oportunidad ¡Vaya a buscarla!
Ayudante: ¿Yo? (antes de que le contesten ya parte despavorido)
Cola de Flecha: Aún hay esperanza. No me gusta mucho eso, pero bueno. Todo sea por tener a mi mujer Cola de Flechita.
(El Ayudante luego de unos instantes vuelve corriendo con Matus de la mano, tras ellos, el resto de los soldados)
Cola de Flecha: Oh, me encantan los uniformes. Dama, ¿no habrá acaso recibido usted en sueños una invitación mía para morirse e irse al cielo donde yo la recogería para llevarla a mi palacio en las profundidades?
Matus: Sí señor (en tono marcial) Yo antes pertenecía a las fuerzas de paz de la ONU, era una niña buena y... pero de un tiempo a esta parte he estado teniendo sueños raros que me llevaron a actuar de manera negativa. Me gusta la destrucción y la muerte, (cambiando de actitud). Ahora me doy cuenta por qué no estaba ni yo ni mis compañeros en la lista. Antes éramos buenos y debíamos venir al cielo, pero un extraño influjo me hizo ser una mala persona.
Cola de Flecha: Ese era yo, ahora ¿te quieres casar conmigo?
Matus: No sé qué decirle. Lo único que puedo decirle es que usted es muy feo. Pucha que es feo. Y con esa cola de flecha parece disfraz de día de los muertos.
Cola de Flecha: Debes conocerme en mi interior. Por dentro yo soy más malo todavía. Por eso voy a despedazar a estos soldados para quedarme solo con ella.
(Cola de Flecha saca su tridente y se va a enfrentar a los cinco soldados, pero nuevamente se escucha el ruido estruendoso.)
Voz: ¿Acaso sigues causando alboroto allá en el Cielo? Deberás hacer lo mismo. Duelo.
Cola de Flecha: No, era tan solo un juego.
Voz: Entonces deberás jugar con ellos. Elige un juego.
Cola de Flecha: No lo sé. ¿No podemos solo golpearnos y sacarnos sangre?
Voz: O juego, o nada.
San Pedro: El jefe manda, tú eliges Cola de Flecha. Tenemos póquer, black jack, damas, podemos conseguir además...
Ayudante. Oiga San Pedro, ¿de dónde sacó usted todo eso?
San Pedro: No lo sé, lo requisé por ahí...
Ayudante: Chupalla, tiene que ser algo más rápido, ya que estos soldados se están impacientando.
San Pedro: Será entonces al terrome, o al cargar la mata.
Cola de Flecha: Qué indigno, pero está bien, acepto. (Realizan al cargar la mata, todos piden apoyo del público. Ganan los soldados) Otra vez, demonios, he perdido. (Salen los soldados y Matus.)
Ayudante: Bueno señor Cola de Flecha al menos lo intentó. Así aprenderá que no todo en la vida es maldad, existe justicia.
Cola de Flecha: Pero si yo no soy malo, es mi trabajo, mi labor, mi obligación. Si no existiera yo, sería todo tan aburrido. (Se escucha una música "popular". Entra Kimberly Biatriz, John y Jonathan, Cola de Flecha mira estupefacto. El ayudante también, ambos han caído enamorados)
Kimberly Biatriz: Ya cabros, me aburrí de tanta nube, por qué mejor no organizamos algo más entretenido.
John: Toi muy cansao.
Jonathan: Toi terrible choreao.
Kimberly Biatriz: Son super funaos los giles. (Mirando al Cola de Flecha) Y tú, hombre feo y misterioso ¿No querrías bailar un ratito?
Cola de Flecha: Parece que ahora sí el amor tocó a mi puerta. (Se disponen a bailar)
Ayudante: No, no, no puedo permitirlo. Yo la vi primero. Es ella, a quien he estado buscando desde siempre. La razón de mi existir, el motivo de por qué estoy aquí, ahora lo recuerdo todo. Yo venía a buscarla y de pronto, perdí la memoria. ¡Es mía!
John y Jonathan: ¡Nooooooooooooooooooo! (Ambos se lanzan contra Ayudante, pero este los esquiva y salen expedidos hacia el público donde quedan inconscientes)
Cola de Flecha: Ella es la indicada. ¡Mi mujer!
Ayudante: Entonces tendrás que disputarla conmigo.
Voz: (ruidos nuevamente) Recuerden: siempre justicia.
San Pedro: Ya sé: un gallito. Y podemos apostar quién gana, ¿quién da más? ¡Dos mil dólares a Ayudante! Perdón, perdón, me dejé llevar. (Él mismo lleva las mesas y las sillas. Mismo ritual comienzan los gritos. Cuando están a punto de terminar Kimberly los interrumpe.)
Kimberly Biatriz: ¡Ya me cansé! Yo no quiero estar con ninguno de los dos.
Ayudante, Cola de Flecha: ¿Por qué?
Kimberly Biatriz: ¡Porque no! Así no es el amor. Además no quiero ni al feo ni al lindo, ni al que me estaba buscando ni al que me encontró, ni al bueno ni al malo, ni al de arriba ni al de abajo. Quiero simplemente alguien que me quiera bien. Y ustedes me quieren solo para satisfacer sus egos personales. (Se escucha nuevamente el ruido ensordecedor)
Voz: Ella tiene razón. Solo los humanos pueden decidir sobre el amor. Y si ella dice que debe ser distinto, no me queda otra opción que volver atrás y dejar todo como estaba antes. Además si fue una triquiñuela de este señor Cola de Flecha, ninguno de estos recién llegados debería estar muerto. Los devolveré a la vida y esto será nada más que un mal sueño. He dicho. (Luz blanca muy fuerte y todos los personajes se ubican al centro del escenario mirando el horizonte. Cola de Flecha está al centro y mientras suenan truenos, relámpagos y otros ruidos fuertes.)
Cola de Flecha: Ya lo saben mortales. Solo ustedes pueden obrar sobre el amor. Ese es el misterio más grande del ser humano. Yo, por más que traté no pude comprenderlo y tendré que pasar toda la eternidad solo allá abajo en el infierno. (Cambiando el tono) Pero no se preocupen porque no me aburriré. Seguiré influyendo en el destino de los humanos y pronto tendrán noticias mías. (Tras él van saliendo todos los personajes, como devolviéndose a la vida) ¡Nos veremos muy pronto humanos! (Cae al suelo y apagón)
(Cuando vuelve la escena San Pedro se encuentra tranquilamente sentado en su silla, estira el pergamino y llama a Ayudante)
San Pedro: ¡Ayudante! ¡Ayudante! (entra Ayudante)
Ayudante: Sí, jefe.
San Pedro: Te tengo una buena noticia.
Ayudante: Dígame (desanimado).
San Pedro: Quedan exactamente 2366 días para que vuelva Kimberly Biatriz al cielo, bueno claro, si sigue siendo buena y al morir viene al cielo. Debes ser paciente, hijo. Tienes toda la eternidad para conocerla y convencerla con eso que llaman el amor. No estés triste. Hoy tendremos mucho trabajo.
Ayudante: Qué bueno, entonces la esperaré, la esperaré total para eso tengo... toda la eternidad.
(Truenos. Apagón)
(Aparece El Narrador con las Ángeles y comienzan la presentación de cada uno de los personajes, quienes se van ubicando en hilera hasta que hacen la reverencia final.)
FIN